Por: Roger Burks en Bucarest, Rumanía
Alejada de sus amigos y a cientos de kilómetros de su hogar, Kate sueña con conectarse. Pero, con las incertidumbres de la guerra de Ucrania, sus sueños han tomado un nuevo rumbo.
Antes de verse forzada a huir a Rumanía junto a su madre y su hermano pequeño, Kate, de 17 años, era estudiante universitaria en la Academia Estatal de Artes Decorativas Aplicadas y Diseño de Kiev. Sus estudios se enfocaban en el uso del arte y el diseño para crear juegos digitales.
Hoy, la mayoría de sus compañeros de clase son también refugiados – dispersos por toda Europa – y por eso siente que el concepto de una experiencia de juego compartida es más importante que nunca. Cuando juega juegos en línea con sus amigos, toma nota de los personajes, conceptos, diseños y escenarios que inspiran un juego atractivo y conectado.
“Los diseños salen de mi cabeza, y algunos escenarios salen de mi corazón”, explica. “Quiero que las personas se comuniquen [bien], que tengan buenas interacciones. Así que ha sido bonito hacer algunos juegos en los que las personas pueden jugar juntas”.
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Aunque su familia ha encontrado seguridad en Bucarest, la capital de Rumanía, la soledad es grande. Kate se ha sentido separada de su comunidad de artistas, y la guerra ha afectado a su forma de experimentar el arte.
“Vi una obra de arte. Había [una] ciudad rota y fantasmas de personas y niños cerca de un misil”, recuerda. “Era en Mariúpol y… oh, es tan triste y doloroso verlo”.
Para Kate y su familia, este arte refleja su propia experiencia.
“Mamá no quería irse de casa porque nuestros abuelos están ahí y su esposo también, pero después de algunos bombardeos, decidimos irnos”, cuenta. “Estuvimos [viajando] durante tres días”.
La familia de Kate se encuentra entre los cientos de miles de personas refugiadas de Ucrania que han cruzado la frontera con Rumanía. Más de 83.000 han decidido quedarse ahí. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios están brindando apoyo mientras las personas refugiadas cruzan a Rumanía y tratan de establecer una sensación de normalidad.
Poco después de llegar a Bucarest, la familia de Kate visitó un centro de inscripción de ACNUR donde se registraron para recibir asistencia en efectivo polivalente. Además, el gobierno de Rumanía ofrece un estatus de protección temporal a las personas refugiadas de Ucrania, que incluye acceso a la educación, a la atención de salud y al mercado laboral, y toda la sociedad ha abierto sus brazos a las personas refugiadas. Aproximadamente dos tercios de las personas refugiadas que solicitan protección temporal son mujeres.
Actualmente, el hermano pequeño de Kate va a la escuela y su madre puede cubrir las necesidades de la familia, incluso algunos materiales de arte para reemplazar los que Kate tuvo que dejar atrás en Ucrania.
Los estudios universitarios de Kate se han reanudado con algunas clases y grupos de discusión en línea, a los que se han unido muchos de sus compañeros que también se vieron forzados a huir de sus hogares desde países como Polonia. Meses después del inicio de la guerra, su comunidad académica está volviendo a la vida.
“Tenemos grupos de chat para cada materia en los que nos ayudamos mutuamente”, explica. “Se me ocurren algunas ideas sobre mis personajes o sus historias”.
“Rumanía es muy inspiradora para los artistas…”
Los cuadernos de Kate están llenos de los personajes que protagonizarán sus juegos, así como de los escenarios que formarán el mundo que les rodea. También está inspirándose en la creatividad del país donde su familia ha encontrado refugio.
“Rumanía es muy inspiradora para los artistas como yo”, afirma entusiasmada. “Aquí ya está floreciendo todo. Los árboles y los paisajes son muy bonitos. Y me encanta”.
Aunque la visión y las aspiraciones de Kate se han visto influenciadas por sus experiencias como refugiada, su mayor deseo sigue estando cerca de casa.
“Quiero vivir. Me gusta mi vida. Quiero seguir estudiando”, señala. “Todos esperamos volver a nuestro hogar algún día y poder construirlo juntos”.